Capítulo II (narrado por Sabela)

martes, 29 de diciembre de 2009

“Mujer, de 24 años, de raza blanca. El DNI que encontramos en el bolsillo de su vestido está a nombre de Julia Figueroa Martínez, y la foto parece corresponderse con el cadáver. La hora de la muerte fue entre las 7 y las 9 de la tarde de ayer, según revela la temperatura de su hígado. Los brazos y las piernas le fueron arrancados brutalmente, probablemente con una sierra eléctrica. Me dispongo a examinar el interior del cadáver.”

La verdad es que odio las grabadoras. Odio como suena mi voz en ellas. Aunque son normas del departamento, gravar cada paso de la autopsia para que no ocurra ninguna irregularidad. También había cámaras de seguridad en la sala de autopsias. Me pone nerviosa pensar que algún guardia morboso y necrófilo podría ver cómo ejecuto mi trabajo; por eso intento no pensarlo. Me puse los cascos de mi Ipod y subí el volumen al máximo. HIM sonaba.



“Would you die tonight for love?
Baby, join me in death”

Efectivamente moriría de amor aquella noche, si tuviese quién me acribillase a besos, quien me acuchillase con sus caricias, quien atravesase mi corazón con una lanza de pasión ardiendo. Pero sólo él habría podido hacerlo. Intenté centrarme en mi trabajo, por mucho que me invadiese la melancolía. Al abrir en canal a aquella pobre mujer, encontré algo en su cuello, rodeado de mucosidad. Lo agarré con las pinzas. Parecía un pañuelo. Volví a encender la grabadora:

“En su tráquea había un pañuelo de tela blanco, introducido a la fuerza, según sugieren las heridas de la zona. Acorde con los ojos en blanco, puedo asegurar que se murió ahogada por el susodicho pañuelo. Es blanco, de mujer y… Parece que tiene bordado un piano en lugar de las iniciales”.

Seguí examinando el cuerpo. Todos sus órganos tenían el peso adecuado. No había ningún órgano dañado. Observé, de hecho, que su corazón era bastante grande, y que tanto sus pectorales como sus abdominales se encontraban bastante desarrollados, señal de que hacía mucho deporte. No había restos de semen ni fibras que nos diesen pista alguna del asesino. Nos encontrábamos en un callejón sin salida. Mientras estaba examinando sus pulmones más detalladamente en una mesa aparte, tuve la sensación de no encontrarme sola en aquella habitación. No le di importancia y seguí a lo mío. De repente, sentí que alguien me tocaba la espalda. Mi corazón comenzó a latir tremendamente fuerte. Me giré y, en un impulso, le arreé una bofetada.

-¡Ah!-gritaron.

Era Heikki. Quité los cascos y pude escucharlo gritar a decibelios de concierto.

-¿Pero qué coño te pasa? ¡Te estoy llamando y no me haces ni puto caso, y además, me pegas!

-Lo siento, ¿vale? Estaba con la música. Me asustaste.-respondí, llevándome una mano al pecho. Todavía tenía el corazón desbocado- Ten más cuidado la próxima vez.

-Venía a traerte unas pistas buenísimas.

-Sigue investigando y me las dices a la salida. Vamos a tomar un café y te enseño también lo que descubrí yo. ¿Te parece bien?

-Vale, vale. –se notaba que estaba excitado por sus descubrimientos.

Volví al trabajo en cuanto él se marchó. Averigüé también lo que la víctima había comido. En sus estómago había restos de barritas energéticas prácticamente desintegradas, tortilla, empanada y alcohol. Estas últimas eran unas comidas que una fanática de la salud nunca tomaría, a no ser en ocasiones muy especiales. Sonó mi móvil esta vez. No pude escucharlo a causa de la música, pero lo vi vibrar en la mesa.

-¿Diga?

-Sabela, soy Fanny.

Fanny era la jefa de una ONG en la que participaba. Nuestra labor era gratificante, mas dura. Les llevábamos felicidad a niños enfermos terminales. No éramos payasos, ni nada parecido; simplemente les leíamos cuentos, jugábamos con ellos… Trabajaba en ella desde hacía bastante tiempo, y nos llevábamos bastante bien, además, estaba bastante contenta conmigo.

-Dime.-respondí.

-Me gustaría verte en mi despacho cuanto antes. ¿Estás en el trabajo?

-Sí, ¿te vendría bien a las 10?

Supongo que ella sabría que yo acabaría de trabajar antes, pero tenía que compartir mi información con Heikki.

-No hay problema.-dijo.- Te espero.

Acto seguido, colgó el teléfono. Me dejó bastante preocupada, pues su voz sonaba seria y apesadumbrada.

Me fui a las 8 a tomar algo con Heikki al bar que se encontraba enfrente de la comisaría. Él pidió un vodka negro con nestea; yo, en cambio, pedí un bloody mary. Después de que él me contase su impresionante información, comencé a relatarle lo que yo había descubierto.

-Ahora me toca a mí. Empezaré diciéndote que no murió desangrada, sino asfixiada.

-¿La asfixió?

-Efectivamente. Introduciéndole un pañuelo de tela por la garganta.

Sentí que Heikki se estremecía.

-Seguramente,-proseguí.- ella comenzó a gritar, al ser amputada, y él le hizo tragarse el pañuelo para hacer que se callara. Se lo metió a la fuerza, pues había heridas en la tráquea. Aunque, ¿sabes lo más curioso del pañuelo?

-¿Qué?

-Tenía un piano bordado. Un piano de cola, parecía.

-¿El asesino es pianista?

-Probablemente. ¡Ah! Y he encontrado indicios que me hacen pensar que la señorita Figueroa era una fanática de la salud. Sus músculos, corazón inclusive, estaban tremendamente desarrollados, y había ingerido una gran cantidad de barritas energéticas.

-Bien,-dijo Heikki, llevándose una mano a la barbilla, como un auténtico detective.- seguramente estaría inscrita en algún gimnasio. Allí podrán contarnos algo sobre ella.

-Aunque en su estómago también encontré tortilla, alcohol y empanada. Supongo que la asesinaron al salir de alguna fiesta.

-Probablemente. Se acerca la navidad, y con ella, las cenas de empresa. Por cierto, ¿haremos nosotros también cena de empresa?

-Los otros años se hizo. Aún así, le preguntaré a Jacinto, el jefazo.

-Jacinto…-repitió Heikki riéndose.

-Sí, no sé en qué estarían pensando sus padres cuando lo llamaron así. Ni lo quiero saber.

-Hemos descubierto bastantes cosas hoy.-dijo él, volviendo a encauzar el tema hacia el crimen.

-Todo lo que descubrimos hasta ahora es poco. No tenemos prácticamente pruebas sobre el asesino.

-Mujer, sé un poco más optimista.

-El optimismo lleva al fracaso en este tipo de casos. Muchas de las cosas que sabemos son conjeturas. Necesitamos pruebas tangibles para mañana.

Dicho esto, me levanté de la mesa. Eran las 10 menos cuatro. Tenía que ir corriendo a hablar con Fanny.

-¿A dónde vas?-preguntó.

-A hacer unas cosas. Nos vemos mañana a primera hora para seguir investigando.

-Creo que no voy a poder ni dormir esta noche.

-Ni yo.

Salí del bar apresuradamente y cogí la moto. La oficina de la ONG no estaba demasiado lejos, pero me hacía falta el tiempo; se encontraba en una zona bastante concurrida y siempre había mucho tráfico por allí. Aún así, no tardé demasiado en llegar. El despacho de Fanny era un poco pequeño y siempre estaba desordenado. Ella era gótica, al igual que yo. Iba ataviada con una falda morada hasta los pies y un corsé con flores bordadas en negro. En su pelo oscuro, corto y rizado yacían un par de horquillas que sugerían las manos de un esqueleto; yo tenía unas iguales. En cuanto me vio, su rostro volvió a tornarse serio.

-Siéntate Sabela.-me ordenó.

-¿Qué ha pasado?

-Es Damián. Ha fallecido esta noche, de una parada cardíaca. No pudieron hacer nada por él.

Cerré los ojos fuertemente, al borde de las lágrimas. Damián era el niño que me había sido asignado. Tenía sólo 10 años, y sufría una enfermedad cerebral degenerativa; era cuestión de días que muriese. Lo peor de aquel trabajo era eso. Les cogías tanto cariño, tanto… Y el día menos pensado, en el momento menos oportuno, se acababa todo. Su risa aún parecía resonar en mi mente en aquel momento, desgarrándome el alma.

-No…-dije, inconscientemente.

No podía soportar algo así. Había visto los cadáveres de muchísimas personas, se puede decir que trabajo mano a mano con la muerte; aún así, cuando un niño moría, cuando uno de esos niños, a los que les había dedicado tanto tiempo y amor, se moría con ellos una parte de mí. Fanny se levantó de su silla y se situó detrás de mí, para poder acariciarme el pelo.

-No te desesperes, Sabela. Ya sabes cómo funciona esto. Deberías sentirte orgullosa: muchos niños se curaron gracias a ti, al haber detectado un mal diagnóstico, o simplemente a lo buena que fuiste con ellos; y los que se han muerto, como es el caso de Damián… Gozaron de toda la ternura que les ofreciste, y eso es lo mejor que pudiste hacer.

Asentí. Me fui calmando poco a poco, aunque no había llegado a llorar.

-El velatorio es mañana, durante todo el día.-prosiguió, mirándome a los ojos.- Si quieres asistir, te doy la dirección del tanatorio.

-Sí, voy a ir.

Escribió la susodicha dirección en un papel con un bolígrafo negro que tenía una calaverita encima. Tras hacerlo, me la dio.

-Bien.-dijo.- Cambiando de tema, te hemos asignado otra niña. Podrás comenzar con ella al terminar la semana de duelo.

La semana de duelo era una especie de tradición de la ONG: cada vez que moría un niño, el que había sido su cuidador no volvía a trabajar allí hasta cumplirse una semana de su muerte; entonces, se le asignaba otro.

-¿Tan pronto?-pregunté.

-Esa niña necesita ayuda cuanto antes. Se pasa sola en su habitación todo el tiempo. El padre no le hace ni puto caso. Los médicos temen que coja una depresión.

-¿Y quién es?

Fanny se sentó de nuevo en su escritorio y sacó un expediente de un cajón.

-Se llama Olvido Costa-Cargill.-dijo, entregándomelo.

-Me suena…

-A todo el mundo le suena. Es hija de Amy Cargill, la pianista, ¿sabes quién te digo?

-¡Claro! Aquella que murió de cáncer hace dos años, inglesa ella, vivía aquí desde antes de casarse. Era realmente buena, tengo algunos de sus discos.

-Veo que tú también ojeas las revistas del corazón…

-No leo revistas del corazón.-dije, indignada.- Pero cuando murió estuvieron todo el día con la noticia en la tele. Fue casi tan sonada aquella muerte como la de Michael Jackson.

-Bueno, vale.-dijo Fanny, riéndose.- Yo también tengo sus discos. “Eternity of the Remorse” es mi favorito.

Era uno de sus mejores discos, sin duda. El título en español significa “La eternidad del sufrimiento”.

-Y el mío,-afirmé tajantemente.- desde siempre.

-La niña también estaba en el mundillo de la música.-prosiguió Fanny, desviando el tema.- Iba a ir a Eurojunior y todo. Era buenísima, como la madre. Tiene una voz alucinante, y un talento innato.

-Con lo poco que cantaba la madre.

Amy tenía, parece ser, ciertos problemas de garganta que le impedían forzar demasiado la voz, por lo que sólo sacó, en toda su carrera, 2 discos cantando, y ambos la llevaron a numerosos premios y reconocimientos, entre ellos, 4 Grammys.

-Ya, pero lo poco que canta, lo hace bien; y la niña igual. Cayó enferma hace poco, pocos antes del festival. Una pena.

-¿Qué tiene?

-Cáncer, como Amy. Es una macabra coincidencia.

-Joder…-murmuré.

-Tienes toda la información necesaria en el expediente. Ya te lo lees con calma cuando tengas tiempo y ya me contarás.

-Vale, gracias Fanny.

Me levanté y abrí la puerta para irme, con el archivo en la mano. De repente, ella me habló:

-Descansa y recupérate. ¡Ah! Y lo siento por Damián.

-No pasa nada. Adiós.

-Adiós, nena.

Llegué a casa empapada por la lluvia que estaba cayendo. Magnus y Lucifer me esperaban, maullando para que les echase de comer. En cuanto lo hice, me metí en la ducha. El agua ardiendo que caía de la alcachofa parecía querer quemar mi piel salvajemente. Salí pronto. Me puse el pijama y me sequé el pelo con el secador. Después, me tiré en mi cama, acompañada por mis gatos, y comencé a leer el expediente de Olvido.


La información general parecía en orden. Me estremecí, sin embargo, al leer su edad. No me podía creer que tuviese ese tipo de enfermedad, tan pequeña. El resto del expediente hablaba simplemente de cosas del ámbito médico: peso y estatura en todas las edades de su vida, vacunas que se puso, enfermedades que poseía, radiografías, resultado de análisis de sangre… Parecía ser una persona con los pulmones débiles, todos los meses la llevaban al neumólogo, en ocasiones incluso varias veces; de ahí que contrajese aquella enfermedad. No poseía seguridad social, sino un seguro carísimo, que cubría cualquier necesidad dentro del ámbito médico por un precio realmente elevado; esa era la forma que su madre tenía de protegerla tras la muerte.

Retorné a la primera página del expediente. Había una foto de la pequeña en la parte superior derecha de la hoja. Tenía una melena ondulada rubia, los ojos grises, y la piel tan pálida y translúcida que dejaba que se asomasen unas tímidas venas azules. Aún así, tenía los mofletes coloraditos, y sonreía. ¡Qué sonrisa! Hizo que se me calentase el corazón. Esa era la sonrisa que quería sonsacarle, o quizás una mucho más bonita. Y pensar que en aquel momento estaría sufriendo, muriéndose de dolor, llorando… Sin una madre que pudiese brindarle el calor de su abrazo, sin un padre que estuviese velando por ella… Sola y angustiada.

Me levanté y saqué de una de mis estanterías uno de los discos de su madre: “Sweet breath”, “Dulce aliento” en español, y lo introduje en mi reproductor de CDs. El título indicaba que lo había escrito pensando en su niña, al igual que todo el disco. Aquel piano misterioso, dirigido por las manos virtuosas de Amy, comenzó a sonar. Parecía encerrarme en su melodía, atraparme como si fuese una celda. Una cárcel de marfil. Un infierno particular. Una canción gloriosa y épica, triste y desgarradora a la vez. Parecía estar pidiendo auxilio.

-Y pensar que ahora tengo que cuidar yo de esa criatura.-reflexioné.

Un aura extraña parecía despertar mi interés sobre Olvido, como si fuese el espíritu de su madre, que intentaba que continuase con su labor. Me quedé dormida sobre la cama, arrullada por el cadente vals que Amy había compuesto: “Forgotten vals”.

Capítulo 1[narrado por Heikki]

domingo, 27 de diciembre de 2009


Las 8:30 de la mañana y otra larga noche sin dormir… parecía que aquella pesadilla de mi pasado no se habría de acabar nunca, era un sueño del que no despertaría, o eso creía.

Había pasado la noche leyendo mi novela preferida de Arthur Conan Doyle “El perro de los Baskerville” la había leído montones de veces pero nunca me aburría, era un fanático de las intrigantes historias de Sherlock Holmes. Estaba absorto en mi lectura cuando sonó el busca despertando a mi perra Cuca, una basset hound muy cariñosa , que se abalanzó sobre mí y empezó a lamerme.

Es Elena, tendré que llamarla-pensé mientras acercaba el móvil a la oreja

-Comisaría de policía, oficina de homicidios. ¿Dígame?

-Elena soy Heikki, ¿has visto que hora es? acabas de llamarme al busca. ¿a pasado algo?

-Tranquilízate hombre, ¿o es que hoy tampoco has dormido?

-No, no he dormido y perdona ¿podrías ir al grano?

-Hay que ver que espesito estás hoy hijo.

-¡Elena, por favor!-grité cortándola.

-¡Vale, vale! Tengo buenas noticias, ¡acaban de concederte tu primer caso de homicidio!

-¡¿Cómo?!

-Como lo oyes y tienes que presentarte a las nueve en punto en Buño en el concello de Malpica. Ah y tienes una nue…

-¡Qué! ¡No llegaré a tiempo! Hasta luego Elena, ya te contaré.-dije a la vez que colgaba el teléfono.

Me duche en un instante y saqué del armario el traje azul que tenia guardado para esa ocasión.

Monté en el coche y me dirigí al concello de Malpica, pararía unas tres veces a pregunta antes de encontrar el pequeño pueblecito de Buño. Paré junto a una aglomeración de gente ante una mansión muy antigua y destartalada pero preciosa que recordaba a la de los Baskerville, me quedé un poco mirando para ella hasta que una voz me despertó de mi ensueño

-Hola, buenos días teniente-dijo un policía.

-Teniente, jeje que bien a sonado eso- pensé.

-Hola, buenos días, puede informarme de lo ocurrido-pregunté intentando parecer lo más serio posible.

¡Oh, es que no se ha enterado! Pues mire, ayer a la hora del “Luar” (un programa de entretenimiento del canal autonómico de Galicia) una mujer de mediana edad estaba sacando la basura cuándo oyó unos ruidos provenientes de dentro de la mansión de Castro al acercarse vio un hilo de sangre que salía por debajo de la puerta se asustó y fue corriendo a llamar a la policía.

-¿Y encontraron algo?-pregunté

-Contémplelo usted mismo.

El policía me dirigió hasta la casa de la que provenía un olor insoportable.

-Aquí está- dijo mientras abría la puerta.

Al ver lo que allí había, casi me da un vahído. Cogí y me giré para no ver aquel cadáver de mujer con los brazos y las piernas mutilados. Estaba a punto de vomitar cuando vi que una chica joven toda vestida de negro y con un collar de pinchos, ¿una gótica en este pueblo? No puede ser de aquí.

-¿Quién es esa?-le pregunté al oficial.

-Es la forense, señor.

-Heikki ¿supongo?- dijo ella dirigiéndose a mí- soy Sabela Suárez, y voy a ser su nueva compañera.

¿Mi compañera? Quizás fuera lo que me intentara decir Elena pero no le había dejado acabar. Y a mí lo único que se me ocurrió decir fue:

-¡Guau!, Tienes un collar de perro.

-En fin un buen comienzo…Me hizo algunas preguntas sobre el descubrimiento del cadáver y luego ella procedió a examinar el cuerpo.

-Sin poder evitarlo empecé a vomitar en una esquina.

-¿Pero qué haces? No hace falta vieja ninguna para contaminar el lugar del crimen, que ya lo haces tú por los dos.

-Es que…yo…los muertos…

-Entonces ella me agarró y me condujo a la habitación contigua.

-Investiga por aquí-me dijo.

Yo asentí y comencé ha husmear por la habitación, comencé recogiendo alguna muetra de la muchísimas gotas de sangre que ensuciaban la polvorienta estancia. Luego me fijé en un cajón de un escritorio muy antiguo, yo diría del siglo XVIII, asique intrigado lo abrí y encontré una especie de diario con la portada muy desgastada y las esquinas carcomidas y varios recortes de periódico antiguos. El diario se titulaba “ Abyssus abyssum invocat” “El abismo llama al abismo” gracias a dios el latín siempre se me había dado bien y esa frase era bíblica de un salmo de David y quería decir que una falta acarrea otra, y lo más extraño era que no aparecía el nombre del autor por ningún lado lo ojeé un poco estaba escrito mano, al parecer, con una pluma estilográfica, los recortes de periódico eran todos de crímenes y asesinatos sin resolver pero no figuraba la fecha ni la marca del periódico. De repente oí un grito que me interrumpió.

¡Brutalidad policial! Era una voz de mujer y sonaba muy estridente.

Me tapé la nariz con la manga y salí a ver que pasaba.

-¿Qué son esos gritos?-pregunté.

-A mi que me registren- respondió Sabela

En esto entró por la puerta una chica muy pálida, con el pelo granate todo revuelto y los ojos que casi se le salían de las orbitas. Estaba tan delgada que parecía la muerte en persona.

-¡Lo sabía!- comenzó a gritar mientras saltaba de felicidad- ¡lo sabía!

-¡¡Todos me decían que estaba loca cuando afirmé que esta casa olía a muerto! Y ahora ¿quién tiene razón? ¿Eh? ¡¿Quién la tiene?!

-Oiga, señora, usted no debería estar aquí.-dijo Sabela

-Estamos investigando un homicidio – añadí temeroso de la reacción de la mujer.

Esta clavó los ojos en nosotros y se acercó a Sabela y comenzó a olisquearla.

-¿Quién es la finada?-le preguntó

-Lárguese.-respondió ella en tono autoritario.

Al verla distraída un policía la agarró por detrás y la echó fuera del recinto.

-¡Brutalidad policial!-Comenzó a gritar de nuevo.

Más tarde trasladaron el cuerpo de la joven y las pruebas que había recabado a la comisaría.

-¿Qué tienes?- pregunté a Sabela

-No mucha cosa. No he encontrado rastros de huellas ni fibras en el cadáver. Ni semen.-añadí.

-Así que no la violó.

-Tengo que hacerle aún la autopsia, pero no, parece que no - respondió como si lo hubiera tomado como algo personal-Estamos ante un cabrón sádico al que sólo le importa ver sufrir. La gente de esa calaña da asco.

De repente una señora interrumpió la conversación interponiéndose entre los dos.

-No le hagáis caso a la chiquilla,-dijo, gesticulándolo todo con sus manos arrugadas y huesudas.- es que a veces se le va. No le harán daño, ¿verdad?

-No creo.-respondí - Aunque quizás le pongan una multa por escándalo público…

-O la metan en un manicomio.-añadió Sabela

-Verónica es una buena niña. Ella fue muy bella en otro tiempo, cuando era más jovencita, y muy lista, pero no se sabe por qué razón se volvió loca.-miró hacia la mansión mientras hablaba.- Comenzó a obsesionarse con la maldición de la casa de las Castro, con que las chicas que iban allí sin permiso de los espíritus se morían, y no sé qué más chorradas. Su familia la abandonó, y ahora forma parte del pueblo.

Después de decir eso, y como si fuese una gramola, simplemente soltó su discurso y se fue, como si tuviese esa versión de ala vida de Verónica gravada en su mente, inamovible.

-¿Qué piensas de todo esto, Sabela?-pregunté

-¿Qué voy a pensar? Que va a ser una mañanita muuuuuy larga.

Capítulo I (narrado por Sabela)

lunes, 21 de diciembre de 2009

Suena el despertador. Es un sonido estridente, estentóreo, taladrador, pero acabas acostumbrándote a su continua amenaza de destrozar mis sueños ya rotos. Sólo a través de ellos puedo volver a estar contigo, poder sentirte otra vez entre mis brazos, hasta descubrir que todo era un espejismo, y que las cosas están como lo estaban antes.

Me levanté aquella mañana como si fuese otra cualquiera. Me preparé un café bien cargado y me lo bebí, todavía sin cambiarme de ropa. Magnus y Lucifer ronroneaban frotándose a mis piernas, que colgaban de la encimera en la que estaba sentada. Sonó entonces mi móvil. Lo reconocí al momento, pues soy la única de mi edificio, de mi trabajo y, por supuesto, de mi casa, que tiene la canción Going Under de tono de llamada. Me estremecí al ver que en la pantalla ponía “jefe”. Temí lo peor.

-¿Diga?

-¿Señorita Suárez?

-La misma.

-Ha habido un asesinato. Debe desplazarse hasta Buño, en el concello de Malpica. ¿Sabe dónde está?

-Tonta no soy. Si no sé, pregunto.

-De acuerdo.-ya estaba bastante acostumbrado a mis contestaciones, así que no le dio importancia.- Allí le presentarán a su nuevo compañero.

Dudé un poco antes de responder.

-Heikki, ¿me equivoco?

-Exactamente. Pórtese bien con él.

-Esté tranquilo, no lo mataré por ahora.-ironicé.

Acto seguido, opté por colgar. Buño estaba bastante lejos, y me llevaría algo de tiempo en ir en mi moto, mi único medio de transporte. Me vestí apresuradamente, sin ni siquiera pararme a escoger la ropa adecuada que debería llevar a un pueblo. Me puse una camiseta negra y roja con un dibujo de Heidi que rezaba “Heidi metal”, unas botas negras de tacón, un pantalón negro, una cazadora negra con una calavera de metal en un pecho y mi collar de pinchos. Cogí el casco de la entrada y me fui.

La moto me esperaba en el garaje. Era negra, con un tentáculo blanco en un lateral. Mi casco era del mismo color, y poseía el mismo símbolo. Me gusta, es la perfecta armonía entre la mitad masculina y femenina, el Ying y el Yang paganos, la belleza y el amor sexual. Así es como alimentaba mi propio amor, a base de sexo. Desde que había pasado aquello, años atrás, me dedicaba a buscar mi amor en la barra de la Agnus Dei Gothic Club. Esperando que un galán hermoso y siniestro ataviado de cruces me susurre alguna canción bonita, alguno de mis poemas favoritos de Bécquer, y pueda brindarle el calor de mis besos. Pero sólo durante una noche. Después serán otra vez completos desconocidos para mí.

Me costó más de media hora llegar a Buño. Era un pueblecillo pequeño y acogedor, vislumbrado fugazmente desde la moto, hasta que opté por parar al ver revuelo enfrente de una casa. La muchedumbre no engaña. Me bajé y llevé el casco debajo del brazo, después de quitármelo y volver a dejar suelta mi melena larga y negra. Una casa era el centro de la atención de la gente. Una majestuosa mansión vieja y destartalada, pero que parecía atraerte con un aura de misterio. Conseguí abrirme paso hacia la puerta, escuchando los susurros de las viejas:

-Tan joven y ya de luto.

Pero el luto estaba por dentro, y no podía verse. En la puerta, me esperaba un chaval alto y rubio, con traje azul marino y corbata. Parecía estar algo intimidado.

-Heikki, supongo.-dije.- Mi nombre es Sabela Suárez, y voy a ser tu compañera.

Él, ajeno a mis palabras, respondió:

-¡Guau! Tienes un collar de perro.

Torcí el labio. Él se dio cuenta de mi gesto de rabia y se asustó un poco.

-Ponme en antecedentes, ¿quieres?-le ordené.

-Sí, eh… Parece ser que por la noche, una señora oyó unos ruidos fuertes que procedían de esta casa…

-¿A qué hora, exactamente?-interrumpí.

-Después de acabar el “Luar”, parece ser.

-¿Y de qué tipo de ruidos estamos hablando? ¿Un disparo? ¿Un grito?

-No especificó.

-Podrías haberle preguntado. Te lo perdono porque es tu primer caso, pero para la próxima vez, ya sabes.-después de una pausa, añadí.- Prosigue.

-Bueno, el caso es que notó un olor nauseabundo en cuanto se acercó a la casa. Encontró el cadáver de una mujer en la entrada. No lo tocó, avisó a la policía sin más preámbulos.

-Por lo menos la vieja actuó con cautela. Aún así, necesitamos sus huellas; quieras que no, el escenario del crimen ha sido contaminado. Por cierto, ¿lo has examinado?

-La verdad es que no.-titubeó Heikki.

-¿Cómo que no?-pregunté, indignada.

-Es que… es la primera vez que veo un cadáver. Ya el olor es insoportable, imagínate el resto.

-Bueno, entramos y lo examinas.

Heikki tragó saliva dificultosamente. Abrí la puerta, utilizando uno de mis guantes de látex para no dejar huellas, y nos metimos dentro, esquivando a la muchedumbre.

El escenario era horrible. Una mujer joven yacía en el suelo, sin brazos y sin piernas, chorreando sangre. Su cuerpo podrido indicaba que llevaba allí bastante tiempo. Tenía los ojos en blanco y su vestido rosa chicle estaba roto, a la altura de la cadera, dejando su sexo al descubierto. La observé con frialdad, acercándome a ella y arrodillándome a su lado.

-A simple vista, parece que murió desangrada.-dije, palpándola.- Tengo que mirar la temperatura de su hígado, para determinar cuánto hace del momento de la muerte.

Giré la cabeza para poder mirar a Heikki. El pobre hombre vomitaba en una esquina, agarrándose la corbata para no mancharla.

-¿Pero qué haces? No hace falta vieja ninguna para contaminar el lugar del crimen, que ya lo haces tú por los dos.

En cuanto pareció que amainaban sus nauseas, pudo responderme:

-Es que… yo… los muertos…

Antes de darle tiempo a contestar como era debido, volvió a vomitar de nuevo. Lo agarré por los hombros y lo conduje a la habitación contigua.

-Va a ser mejor que investigues por aquí. Yo me ocupo de esta parte, ¿de acuerdo?

Él asintió con dificultad. Con todo, fue capaz de salir de la habitación por su propio pie, dándome total libertad para examinar el cadáver. Observé con detenimiento la cara de aquella joven. Tendría aproximadamente veinti-pocos años. Su semblante mostraba un implacable sufrimiento, un dolor sobrehumano, aún después de muerta. Los cortes de los brazos y las piernas, a juzgar por su irregularidad, daba a sospechar que habían sido hechos con una sierra eléctrica. Recuerdo el escalofrío que recorrió mi columna, imaginándome el martirio que tuvo que sufrir aquella pobre mujer. Sus chillidos agudos y atronadores parecían flotar aún en la entrada de aquella mansión, abandonada desde hacía tanto tiempo, destartalada, rota, olvidada. ¿Qué loco malnacido pudo haberle hecho aquello?

Al cabo de un rato, escuché unos ruidos fuertísimos procedentes del exterior, que hacían dificultoso mi trabajo. Pude distinguir un claro “¡Brutalidad policial!” con una voz de mujer. Heikki salió de la habitación en la que estaba, tapándose la nariz con la manga del traje.

-¿Qué son esos gritos?-preguntó.

-A mí que me registren.

De repente, y bajo la mirada sorpresiva de varios policías, se coló en la casa por la puerta principal una chica. Su pelo granate estaba mal peinado y tenía un aspecto desaliñado. Sus ojos pardos casi se salían de las órbitas, en un deseo de huir de sus sucias cuencas. Estaba tan delgada aquella pobre mujer que semejaba un muerto viviente.

-¡Lo sabía!-gritó, en cuanto vio el cadáver.- ¡¡Lo sabía!!

Se tapó la cara con las manos y comenzó a saltar de felicidad.

-¡¡Todos me decían que estaba loca cuando afirmé que esta casa olía a muerto! Y ahora ¿quién tiene razón? ¿Eh? ¡¿Quién la tiene?!

Me levanté, decidida a proseguir con mi trabajo, y me acerqué a ella, en un tono bastante pacífico.

-Oiga, señora, usted no debería estar aquí.

-Estamos investigando un homicidio.-añadió Heikki, decidido, mas amedrentado a la vez.

Clavó sus ojos en nosotros y se acercó a mí, como intentando olisquearme. Luego, volvió a observar el cuerpo.

-¿Quién es la finada?-me preguntó.

-Lárguese.-respondí, en un tono autoritario.

Al ver que estaba distraída, un policía se le acercó por detrás y la amordazó, para poder echarla fuera del recinto.

-¡¡Brutalidad policial!!

Todavía resonaban minutos después aquellos gritos sordos en mi cabeza.

Poco después, unos policías trasladaron el cuerpo de la joven a comisaría, junto con las pruebas que había recogido Heikki.

-¿Qué tienes?-me preguntó él.

-No mucha cosa. No he encontrado rastros de huellas ni fibras en el cadáver. Ni semen.-añadí.

-Así que no la violó.

-Tengo que hacerle aún la autopsia, pero no, parece que no.

Antes de que Heikki pudiese decir nada, murmuré:

-Estamos ante un cabrón sádico al que sólo le importa ver sufrir. La gente de esa calaña da asco.

Heikki me miró extrañado. Yo ni siquiera quise cruzar una sola mirada con él. Simplemente, no me apetecía. Los casos como ese me ponían enferma. De repente, una señora se metió entre los dos, a la cual miramos con interés.

-No le hagáis caso a la chiquilla,-dijo, gesticulándolo todo con sus manos arrugadas y huesudas.- es que a veces se le va. No le harán daño, ¿verdad?

-No creo.-respondió Heikki.- Aunque quizás le pongan una multa por escándalo público…

-O la metan en un manicomio.-añadí a regañadientes.

-Verónica es una buena niña. Ella fue muy bella en otro tiempo, cuando era más jovencita, y muy lista, pero no se sabe por qué razón se volvió loca.-miró hacia la mansión mientras hablaba.- Comenzó a obsesionarse con la maldición de la casa de las Castro, con que las chicas que iban allí sin permiso de los espíritus se morían, y no sé qué más chorradas. Su familia la abandonó, y ahora forma parte del pueblo.

Después de decir eso, y como si fuese una gramola, simplemente soltó su discurso y se fue, como si tuviese esa versión de ala vida de Verónica gravada en su mente, inamovible.

-¿Qué piensas de todo esto, Sabela?-preguntó Heikki.

-¿Qué voy a pensar? Que va a ser una mañanita muuuuuy larga.